No recuerdo cuándo decidí que mi hija sea bilingüe. Solo sé que desde su nacimiento me pareció natural hablarle en mi primera lengua y hacer del nuestro un hogar bilingüe. El reto no ha sido fácil, pues todo su mundo, menos yo, está en inglés.
Mi esposo sabe algunas palabras en español pero le habla solo en inglés y mi hija no ha asistido nunca a una escuela bilingüe o de inmersión porque donde vivimos no encontramos opciones adecuadas a nuestras necesidades. Sin embargo, en casa practicamos español todos los días. Por ejemplo, nuestras mañanas comienzan con un “buenos días, pequeña”, y nuestras noches terminan entonando canciones con las cuales yo crecí y ahora ella sabe de memoria y reclama. Es un placer oírla cantar “luna lunera, cascabelera…”.
La intención es hacer fluir naturalmente el español entre ambas, aun cuando ella ha preguntado muchas veces por qué le hablo en ese idioma si puedo hacerlo en inglés, o cuando ha pedido enfáticamente hablar solo en inglés. En días en los cuales estoy muy cansada o considero más eficiente usar el inglés para que me entienda mejor, mi esposo me susurra “En español” para recordarme mi meta.
Alguna vez, cuando pensaba que todo este esfuerzo era en vano, mi hija me sorprendió con un “Te amo, mamita”. Fue un momento maravilloso porque esa tierna demostración de amor probaba que podía expresar sus sentimientos en español. Incluso hay muchas palabras que solo sabe en español, sobre todo aquellas que expresan sentimientos.
Actualmente, a sus casi cinco años, me sorprende cuando pide ver sus películas favoritas en español, cuando viene corriendo a preguntarme el significado de una palabra desconocida para ella, o cuando se siente muy orgullosa porque ha elaborado una oración completa en español.
Más allá de los beneficios cognitivos y sociales que trae el ser bilingüe, como inmigrate cuyo primer idioma es el español, me doy cuenta que enseñárselo a mi hija ha creado una conexión mucho más especial entre nosotras que si nos comunicáramos solo en inglés. También es una manera para hacerle conocer mejor quién soy y de dónde vengo. Ella sabe que mami nació en Perú, un país en América del Sur, y que yo no hablaba inglés cuando era niña.
Algunos meses atrás, decidí que quería que mi hija se reúna mas seguido con familias como la suya, donde los padres hablan los dos idiomas y los hijos están siendo criados de forma bilingüe. Con esa idea creé un grupo local de Facebook llamado‘Niños Bilingües in the Bull City” el cual crece poco a poco como un espacio donde podemos estar en contacto, intercambiar ideas, jugar en el parque, recomendarnos guarderías, libros y compartir recursos que nos ayuden a ensenarles español a nuestros hijos.
El objetivo de este esfuerzo es formar una comunidad donde los padres que crían hijos bilingües encuentren apoyo en esta tarea. Una de nuestras metas a corto plazo es aportar ideas a la biblioteca local para mejorar la lectura de cuentos en español e implementar esa alternativa en las sedes donde no existe por falta de voluntarios.
En pocas semanas un nuevo capítulo va a comenzar en este viaje bilingüe: mi hija empezará clases los sábados en un programa de español como lengua de herencia. Estoy segura que aprenderá mucho más y será muy feliz.
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